miércoles, 27 de enero de 2010

La Riqueza que Cuenta


Me encontré con una historia que hoy comparto.

Un hombre se fue de su país a trabajar y hacer fortuna, con la esperanza de volver a su terruño convertido en hombre rico. Trabajó afanosamente quince años, ahorrando todo mendrugo que caía en sus manos, hasta que llegó el día cuando consideró que tenía suficiente.

Invirtió su cuantioso capital en un gran cargamento de cera para llevar a su país, venderlo allá y así multiplicar su dinero.

Una vez cargada la cera en el barco, un comerciante a quien había conocido algún tiempo atras, se le acercó y le explicó que la cera no era una buena inversión para él, pues en su país era muy barata. En cambio, la cera se pagaba muy bien en otro país en el cual el comerciaba, y le propuso que le trocara su mercancía por diamantes, que eran muy codiciados en el país de nuestro héroe, y baratos donde se encontraban.

El hombre lo pensó mucho, pero consideró que ya había tomado su decisión y que no valía la pena cambiarla. Sin embargo, accedió a cambiar la cuarta parte de su cera por el equivalente en diamantes, más bien como un gesto de cortesía con el mercader.

Su país, tan lejano como lo estaba, estaba a más de un mes de travesía por el mar. Durante ese tiempo, la cera comenzó a descomponerse y a oler mal. Se tornó tan nauseabunda la atmósfera en el barco, que los demás pasajeros se impusieron y arrojaron toda la cera sobre la borda. El hombre quedó devastado.

Al llegar a su patria, su esposa le recibió felizmente y con dinero prestado le festejó con un gran banquete. El hombre, acongojado por su pérdida en el océano, casi no pronunció palabra durante la fiesta. La esposa, intrigada, espero a que su marido se durmiese y registró toda su ropa; encontró un bolsito lleno con ciertas piedras que se miraban muy bonitas y las llevó al joyero por la mañana.


Casi se desmaya cuando el experto le hizo saber que con ese lote de diamantes podrían vivir cómodamente por el resto de sus días sin trabajar.

Al escuchar esta noticia, el hombre quedó perplejo y luego rompió en llanto: “si la cuarta parte de mi cargamento me produjo tanta riqueza, ¡cuánto me habría producido los otros tres cuartos si hubiese hecho caso a aquel mercante! ” Vivió amargado el resto de sus días.

Algunas personas son así: no aprecian lo que tienen, sino que añoran lo que no poseen y quizá siempre lo han tenido al alcance de la mano.

Siempre habrá una tarea extra qué hacer; una causa a abrazar; una canción para bailar; un ser amado a quién besar. Debemos vivir conscientes de que no estamos solos, que no somos criaturas aisladas y que somos parte de algo más grande que la suma de todos nosotros; que nuestra Patria necesita de nosotros. Es triste no tener patria. ¿Podríamos perderla algún día?

Debemos enterarnos que lo que tenemos no es poco, y que también debemos disfrutarlo. Planteaba otro sabio, muchos siglos atrás, “¿Quién es un hombre rico? Aquel que está feliz con su porción”.

Tegucigalpa, 29 de julio, 2007.

1 comentario:

  1. Pero la historia no está completa. Resulta que el hombre se puso feliz al saber que no trabajaría más. La felicidad se le acabó cuando vió a su "hijo". El hombre era trigueño, la mujer también pero el hijo era tan blanco como la leche, y además, no tenía 15 años, sino 13. La prueba de paternidad revelaría que el hijo no era suyo, y eso fue lo que lo puso triste. La moraleja es: más vale trabajar para mantener a hijos propios, que vivir holgadamente manteniendo hijos ajenos. Es decir, ¿como se le ocurre dejar a la esposa 15 años para irse a trabajar a otro país?

    El mensaje es: démonos cuenta que es en nuestro país que saldremos adelante, desistamos de buscar el sueño americano, fortalezcamos la familia en lugar de fragmentarla y tendremos una Honduras mejor. Saludos.

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