
"Eso Sería Justicia". Así remataba sus mensajes de campaña don Porfirio, "Pepe" Lobo, durante la contienda electoral 2005. Favoreciendo la pena de muerte, el trabajo forzado de los reclusos y penas muy severas, don Porfirio se mostraba como un hombre firme, con un puño de hierro y sin guante de seda.
Hoy vemos en él a un apaciguador. Habla de paz y reconciliación, perdón y unidad. Me parece bien. Es más probable que un pensamiento prudente nos guíe hacia una acción inteligente.
Sin embargo, apaciguar no suele funcionar como se espera. Colombia intentó apaciguar a los insurgentes durante décadas, y solamente logró avivar el fuego. Jimmy Carter quiso apaciguar a la floreciente Revolución Islámica en Irán, y consiguió que mancillaran su embajada en Teherán y humillaran a su gobierno. Y todos saben lo que sucedió cuando Neville Chamberlain cedió a todas las exigencias expansionistas de Adolf Hitler durante la Conferencia de Munich.
Apaciguar no es buen negocio. Envalentonamos a los fanfarrones y ofendemos a los vilipendiados.
Por supuesto que el nuevo gobierno tiene que hacer concesiones. Debe demostrar que quiere fortalecer la democracia, que está dispuesto a dialogar, a buscar la reconciliación nacional. Tiene que dar señales claras de ser un gobernante compasivo y tolerante, y que es un intérprete de los anhelos y expectativas de la nación.
El acuerdo que suscribió el presidente-electo en Santo Domingo nos ofende a muchísimos hondureños. Lo suscribió sin ser presidente, y con vigencia a partir de su firma, sin que se considere la ratificación legisltiva. Más grave aún, pone en precario a su gobierno al pronunciarse a favor de dejar salir a don Manuel Zelaya de Honduras, sin las restricciones que la institución del asilo pondría a su futura actividad política.
Ya lo anunció don Manuel: se trasladará a México para desde ahí cavar una trinchera desde la cual continuar con su proyecto constituyente.
Don Porfirio debió exponer ésta y muchas otras circunstancias antes que ceder blandito a todas las presiones que seguramente le hicieron. No dudamos que hubo presiones. Entendemos que hayan intentado torcerle el brazo, y asi se observa del lenguaje corporal de quienes aparecen en las imágenes del acto de firma del convenio.
Lo que sucede es que ante el standard de decoro y pundonor nacional que nos ha dejado don Roberto Micheletti, queremos a un hombre prudente y pragmático a la cabeza del gobierno. No a un blandengue. Esperábamos que don Porfirio se tomara su tiempo y se mostrase flexible pero firme; que tuviera la habilidad y el carácter para saber en qué decir NO.
He dicho antes que hay que esperar a que el gobierno tome posesión y comience a hacer lo propio. Desear su exito. Pero habiéndose pronunciado don Pepe en el sentido de que hay dos presidentes y actuando como si él es uno de ellos cuando aún no lo es, torna necesario adelantar las críticas que sobre su gobierno deben hacerse.
Si es tan blandengue, ¿qué podemos esperar de su conducta cuando sus funcionarios sean cuestionados y se sospeche que son corruptos? ¿será compasivo con ellos? ¿cómo explicar que pretenda nombrar en importantes cargos a funcionarios que desde hace años están cuestionados intensa y ampliamente? ¿les ofrecerá salvoconducto si los acusa el Ministerio Público y la conciencia nacional?
Eso, ¿sería justicia?