Carta final para Pepe Lobo…
César Indiano
Señor Porfirio Lobo Sosa…
El 28 de junio del año que está por concluir nuestro país reinició su historia. Ese día, de forma casi unánime, la clase política haciéndose acompañar por los elementos más destacados del gremio profesional, militar, académico e intelectual… tomó la amarga determinación de destituir a un gobernante que tres años atrás había sido legitimado mediante un proceso eleccionario de corte democrático. La pregunta que el mundo se hace y se seguirá haciendo por mucho tiempo, es ¿Cuál es el grado de irresponsabilidad y atropello que debe alcanzar un mandatario para hacerse merecedor de un derrocamiento? Creo que la respuesta es bien sencilla, un gobernante se hace merecedor de una destitución en el instante mismo en que utiliza el poder para montar una tiranía personalista valiéndose de trucos. Es decir, cuando un gobernante legítimamente elegido por la voluntad soberana de un convenio democrático, renuncia a las obligaciones que por ley corresponden y a la vez deshonra los compromisos contraídos en el pacto social, entonces, se crean las condiciones para una rebelión.
Dicha rebelión es un derecho casi natural de las sociedades pero, al ser instintivas y en muchos casos espontaneas, las rebeliones casi siempre traspasan los límites y los alcances de la legalidad. “El derrocamiento”, “el golpe de estado” y la “destitución forzada” de un gobernante, no son figuras simpáticas a la luz de las leyes y las convenciones democráticas. Pero la principal desventaja de toda ley – especialmente aquella que se funda en el derecho constitucional – es que no puede regir con certeza el instinto de libertad y el espíritu de insurrección que subyace en el corazón de los pueblos. El pueblo – entendido no como simple masa, sino como auditoría y vigilancia – no responde ante las tiranías con elaborados y artificiosos argumentos legales porque ningún pueblo es docto por elección, pero todo pueblo es sabio por naturaleza. Quiero decir señor Lobo, que el pueblo es capaz de ganar todas aquellas batallas que fatigan y cansan a los políticos y a los juristas. Porque el pueblo, al vivir en carne viva las realidades del entorno, no pone la ley por encima de la justicia ni antepone la legalidad por encima de la inteligencia. El pueblo siempre tiene la posibilidad de mantenerse lúcido aun cuando sus representantes – en el plano político o jurídico – se muestren ofuscados, desorientados o perdidos.
¿A dónde quiero llegar? Bien, el 27 de enero del 2010 vamos a poner en sus manos un país que estuvo a punto de desaparecer. Un país que estuvo a un paso de ser secuestrado por un individuo que deshonró desvergonzadamente los acuerdos más elementales de la convivencia nacional y que planeó, en nuestras propias narices, un plan macabro para remolcar nuestra indefensa nación a un sistema de tiranías internacional que cada día infesta los vulnerables climas democráticos de América Latina. Dicha maniobra, que seguramente usted conoce de primera mano, consistía en hacernos creer que “todo era normal” que “era una simple consulta ciudadana” que “no había mala intención” y que “todo era por nuestro bien”… y lo más inaudito es que el orquestador de toda la maniobra – aprendiz de tirano y manipulador insaciable – tuvo arrojo y facultad para establecer una plataforma jurídica y un andamiaje propagandístico tan formidable que la sociedad entera estuvo a punto de ser hipnotizada.
Ahora bien señor Lobo ¿quién fue el primero en parar las orejas y quien fue la primera en abrir los ojos cuando los transgresores de la ley, disfrazados de reformadores socialistas, cabildeaban en la sombra para comprar y chantajear autoridades que a sus vez les permitieran legitimar sus abusos? Quiero recordárselo, fue una honorable mujer llamada Armida Villela de López Contreras y un político que ya estaba de retirada, llamado Roberto Micheletti Bain. La primera manifestación pública que confrontó sin ambages a todos los bandidos que se colocaron caretas socialistas para tramar el desplome constitucional de nuestro país, tuvo lugar en una acera de la circunvalación sampedrana y estaba integrada por un grupito de cándidos protestantes liderados por la señora Armida Villela de López Contreras… denunciaban el irrespetuoso tinte socialista que el gobierno de turno le estaba dando a la célebre reunión de la OEA, misma que tuvo, casi como único punto, la reinserción de Cuba como miembro integral de la organización.
Por su parte, el señor Micheletti, trataba de blindar la mayoría del congreso con el fin de que el quórum y las bancadas no cedieran a las tentaciones y provocaciones de un poder ejecutivo que todos los días merodeaba el parlamento a través de un mercado negro de voluntades políticas. Sé de primera mano que por órdenes expresas del ejecutivo, la mayoría de los diputados recibieron ofertas, montos oscuros y pagos bajo la mesa para que cedieran a la filtración de decretos indecentes. ¿Cuántos cedieron? Cuesta saberlo, pero a juzgar por las zancadas que el Proyecto Socialista daba en los pasillos de Congreso, da la impresión que fueron muchos. De no ser así el decreto Petrocaribe y la matrícula del país en la secta del ALBA… no hubiera sido posible. Entonces, ¿de qué estrategias de valió el señor Micheletti Bain para repeler los ataques continuos de un poder ejecutivo que por cada día duplicaba su ofensiva y asaltaba la frágil voluntad de los parlamentarios? Todos los sabemos señor Lobo, por un lado Micheletti hizo un trabajo fino con las suplencias del parlamento y por otro, enfrentó políticamente a un gobernante que ya estaba actuando al margen de todos los arbitrios morales, legales y constitucionales..
Los primeros choques de Micheletti con el ejecutivo no levantaron fuego en el ámbito mediático internacional pero en esta primera etapa – y casi en silencio – Micheletti logró conservar la titularidad de Omar Cerna y Rosa Bautista en la Fiscalía cuando la fallida “huelga de los fiscales” y además logró salvar la cabeza de la Corte Suprema de Justicia. Recordemos que una prioridad del Proyecto Socialista – al estilo Mel – era decapitar la Corte Suprema (que era el equivalente a tomarse un cuartel).
Micheletti Bain peleó esta batalla decisiva casi a solas porque él tenía una clara conciencia de lo que se estaba tramando en el subsuelo del ejecutivo. En las tareas subsiguientes, que incluían el derrocamiento final y la salvación a última hora de nuestra frágil democracia, Micheletti cerró filas con los demás sectores de la nación – valga decir con los empresarios, los militares, los profesionales y los intelectuales de vocación democrática – pero a la vez creó una desafiante disyuntiva para que la Clase Política que hasta el día 28 de junio se había mostrado vacilante y timorata, asumiera una postura firme y coherente con respecto a los dramáticos eventos del domingo 28. El veredicto casi unánime del Poder Legislativo para aprobar la destitución del señor Zelaya, no fue señor Lobo, una casualidad del destino. Fue el resultado de un desafío frontal que el señor Roberto Micheletti le hizo a todos los congresistas… sólo entonces el parlamento estuvo consciente de que se estaba jugando el pellejo a corto plazo.
Sólo entonces los diputados abrieron los ojos y entendieron que la historia los llamaba para una batalla ineludible. Después vino lo demás: cuando el pueblo vio que por primera vez en décadas los parlamentarios creaban un frente común para defender la democracia, miles de personas nos unimos a la campaña. Por única vez en su historia, los hondureños nos pusimos de acuerdo en algo y aquella embrionaria manifestación promovida tiempo atrás por la señora Armida Villela López de Contreras en las aceras de San Pedro Sula, fue creciendo de tal modo y con tal convicción que no hubo poder externo ni amenaza interna capaz de hacernos retroceder: Jamás olvidaremos las masivas marchas pacíficas que salieron a las calles, por única vez en la historia, a disputar sus verdades en un territorio históricamente tomado por las mentiras de un populismo demagógico que hoy se ha remontado a escala continental…
Nunca pierda de vista este detalle señor Lobo, nosotros salvamos la democracia lanzándonos a las calles y enfrentándonos a las amenazas de un mundo encolerizado. Nosotros nos fuimos a las calles en masa, invitamos a nuestros abuelos y a nuestros hijos y con banderas blancas, flameantes y delirantes, le dijimos al mundo que aquí le pondríamos un alto a las frenéticas tiranías seudo socialistas que se vienen promoviendo desde América del Sur con el visto bueno de gobernantes cínicos que no dan señales de frenar en su extensiva cruzada de ira, saña y tiranía. Nosotros nos rifamos el pellejo y nos disputamos las avenidas con nuestros adversarios ideológicos, creamos redes de comunicación para compartir sentimientos e ideas, establecimos puentes humanos y nos mantuvimos en contacto permanente durante toda la faena. El arduo proceso nos obligó por primera vez a hablar, a debatir, a confrontar y a resistir. La lucha civilizada de nuestra causa hizo florecer espíritus que estaban humillados, personajes que estaban sometidos, ideas que estaban reprimidas y voluntades que se habían opacado. Tenemos varias décadas de estar hablando señor Lobo, de “capital humano” pero nadie sabía dónde se encontraba dicho capital. Hacía falta una agresión política internacional, para que las energías mentales, políticas e intelectuales de nuestra nación se desataran rebosantes sobre las llanuras estériles de la confusión y el engaño.
En el proceso por hacer prevalecer nuestro derecho constitucional y nuestra soberanía patria, todos perdimos algo. Desde cosas mundanas como una visa, un negocio redondo, una renta o un inmueble. Hasta cosas sublimes como un amigo, un pariente o un prestigio. Pero como estábamos peleando por una causa que iba más allá del interés personal, todos llegamos al consenso de que la batalla tenía un alto precio. Lo pagamos y jamás lo vamos a lamentar, lo pagamos porque hoy sabemos que nadie tiene derecho a disfrutar las plenitudes de la democracia si no está dispuesto a dar una cuota de sacrificio por defenderla, conservarla y perfeccionarla.
Ahora bien, la lucha tenaz que nos obligó a duplicar nuestros esfuerzos y a resistir sin temor las amenazas de un mundo manipulado por politiqueros y expertos oportunistas que gobiernan las organizaciones supranacionales (OEA; ONU, EU etc.), desencadenó ciertos liderazgos de emergencia y entre todos ellos, el más valioso y a la vez el más inspirador, fue el de Roberto Micheletti Bain. Pero dicha inspiración funcionó en doble vía, Micheletti pudo pararse con firmeza frente al mundo porque sabía que detrás de él había un pueblo convencido de su tarea. Atrás de Micheletti, haciendo el trabajo de peones, nos movilizamos miles de hombres y mujeres que no bajamos la guardia y que nunca negociamos nuestras convicciones. Escribimos, viajamos, marchamos, debatimos y luchamos en nombre de algo que se llama democracia…
Esa democracia – defectuosa y disfuncional – fue la que hizo posible su elección el 29 de noviembre del 2009.
Ahora la ponemos en sus manos y le decimos ¡cuídela, hónrela, protéjala, consolídela y defiéndala!... no la subestime, no la mal interprete, no la caricaturice. Sabemos que debido a su propio programa político como candidato del Partido Nacional y que debido a las tácticas publicitarias de su propia campaña electoral, usted se abstuvo de tomar partido de manera tajante cuando el conflicto más lo demandaba. Nadie le recrimina dicha postura y nadie en su sano juicio, reprobará su conducta ante los hechos más dramáticos que nuestro país acaba de vivir. Pienso que la abstención es un derecho legítimo que la democracia respeta pero igual pienso – con todo el respeto que usted se merece – que la indecisión política y la vacilación doctrinal genera dudas y revive la desconfianza. En las circunstancias actuales y debido al intenso y amargo momento que acabamos de vivir como nación, todos tenemos los ojos puestos en usted señor Lobo. Hemos duplicado las expectativas y las esperanzas en “un país mejor” pero el concepto que hoy tenemos de “país mejor” ha cambiado radicalmente… y creemos que para bien…
En estos momentos especiales de la historia hondureña, ya nadie está dispuesto a quedar excluido del Plan de Nación que usted tiene entre manos, sectores históricamente silenciados y grupos tradicionalmente ultrajados – me refiero concretamente a los profesionales, a los intelectuales, a los emprendedores y a los políticos – han aprendido la lección en breve tiempo y están dispuestos a dar batalla toda vez que un gobierno se aferre a los desenfrenos del pasado. El legado fundamental de la batalla recién librada, misma que dejó fatigados a casi todos los que participamos activamente, es la rapidez mental. En estos momentos, rápidamente captamos cuando las personas juegan con cartas bajo la mesa. Rápidamente detectamos cuando los gobernantes están fuera de foco y rápidamente discernimos cuando alguien nos quiere dar atol con el dedo. Hasta el día hoy – 29 de diciembre del 2009 – usted no nos ha dado razones para creerle ni motivos para juzgarlo.
Cuando el 29 de noviembre nos volcamos a votar masivamente en una vorágine de amenazas y advertencias de un mundo enfurecido por nuestra implacable rebeldía, teníamos tres propósitos claros, el primero, demostrarle al mundo que esta vez no teníamos ganas de obedecerle. Dos, culminar el proceso de restitución con una elección democrática que fuera masiva, trasparente y contundente: dejándonos al frente de un nuevo gobernante elegido según nuestro criterio cívico. Tres – este era el más importante –, convencerlo a usted de que estábamos hablando en serio y de que nuestro proyecto era fundamental para garantizar nuestra continuidad como nación soberana. Los dos millones de votantes sabíamos perfectamente que en nuestro inmenso barco, viajando hacia la libertad, iba un marinero incrédulo que se negaba a remar: ese era usted señor Lobo. Usted remó con nosotros señor Lobo, pero sin convicción y con desgano. Usted viajó con nosotros señor Lobo, pero sin mojarse las talegas. Finalmente llegamos a puerto seguro y en vez de juzgarlo por sus actitudes vacilantes ¿qué hicimos? lo nombramos capitán de la embarcación para la siguiente jornada, entonces yo le pregunto ¿qué más espera que hagamos para hacernos plenos merecedores de su confianza? ¿Se siente usted preparado para guiarnos en la nueva travesía sobre un mar convulsionado?
Ahora, mientras nos acercamos al día de la Sucesión Presidencial – misma que tendrá lugar el día 27 de enero del año que recién comienza –sus actitudes pre gobernativas no nos parecen muy alentadoras. Sin embargo, aun no tenemos derecho a precipitar criterios sobre una gestión que ni siquiera ha comenzado. Cabe decir que aun desconocemos sus prioridades ejecutivas, sus principios fundamentales y sus criterios administrativos (su carta de navegación).
Quizá nadie sepa a ciencia cierta qué es lo que cabe hacer en materia económica y fiscal, dadas las graves circunstancias en que usted recibe la república. Pero al menos quisiéramos hablar un lenguaje claro en materia política. Quisiéramos que tomara los riesgos políticos que implica ponerse al frente de un país mal herido, que asumiera los peligros inherentes que conlleva gobernar una nación estremecida por las confusiones ideológicas. Quisiéramos señor Lobo, que retribuyera un poquito de todo lo que ha recibido y recibirá, haciendo un juramento leal con la democracia y la libertad. Dos millones de electores están dispuestos a perdonar a un gobernante que postergue del despegue económico, pero no creo que estemos dispuestos a soportar por enésima vez una nueva burla a la inteligencia. Es muy probable que usted atribuya su éxito electoral a sus propios dones de popularidad, pero no deje por fuera las circunstancias en que fue elegido. En primer lugar, Roberto Micheletti no está pintado en la pared y posee los méritos necesarios para ser tratado mejor que a un villano.
Por si lo ha olvidado, Micheletti fue la roca sobre la chocaron miles de amenazas, coacciones e intimidaciones de un mundo manejado por expertos manipuladores que promueven el “bien social” en nombre de idearios no sólo desfasados sino también, depravados. Por si lo ha olvidado, detrás de Micheletti está una clase política que incluye a los dos partidos que aglutinan la inmensa masa electoral. Pero detrás de estos partidos se encuentra el escrutinio de un pueblo que vigila, celoso, todas sus acciones y sus reacciones. Todos estamos pendientes de su quietud y de su movilidad. De sus silencios y de sus expresiones. De sus planes y de sus improvisaciones. Todos tenemos la corazonada de que usted se encuentra inhibido por temores infundados que gracias a Dios, son infundados.
Teme gobernar sin la aprobación del mundo porque no ha entendido que nosotros estamos librando una batalla frontal contra un mundo confundido, porque no ha comprendido que por primera vez hemos tomado decisiones soberanas y autónomas sin pedirles permiso a los amos del planeta. Teme comenzar su gobierno con las arcas vacías porque ha que no ha entendido que el reparto desmesurado de dinero y la repartición de favores monetarios a diestra y siniestra, han sido las dos estrategias obscenas que han practicado desde siempre los políticos que labraron nuestra ruina económica.
Todos los temores señor Lobo, tarde o temprano acarrean desgracia y producen pobreza. Deje los temores a un lado y asuma con valor las ocupaciones trascendentales que le hemos confiado en el momento más interesante de nuestra historia. Ya no insista en la popularidad ni en el populismo, todo lo contrario, apártese de los inútiles y permita que los hombres y las mujeres más inteligentes de este país tengan espacios para la acción y libertad para la corrección. Declare fallida, estéril y sospechosa toda reunión que dure más de una hora. No haga tantas consultas ni promueva tantos diálogos, únicamente déjese guiar por lo correcto y por lo lógico. Recuerde que el exceso de diálogo, debate y discusión es lo que nos ha dejado fuera de toda competencia económica y cultural. Porque mientras nosotros discutíamos ardientemente cuales eran las salidas más convenientes e idóneas para salir de la pobreza sin llegar jamás a ningún consenso, otras naciones simplemente se agacharon a trabajar y a producir sin descansar. Recuerde, que algunas veces el diálogo lo mismo que la anarquía, suelen ser los refugios donde se ocultan los incapaces.
Teme no ser “bienvenido” en los grandes cónclaves del mundo porque según usted un presidente debe decorar y pulir la figura presidencial hasta volverla grata y simpática a la mirada mundial. No se trata de eso señor Lobo porque los políticos no son estrellas de rock ni peras en dulce… han sido los mismos presidentes quienes se han encargado de abaratar y disminuir la auténtica función del gobernante. En realidad, un gobernante serio debe ser celoso con su tiempo y con sus movimientos. Con el paso de los años hemos aprendido que las agendas internacionales, los cónclaves mundiales, las reuniones regionales y las cumbres políticas son las verdaderas lacras de la humanidad. A estas alturas el mundo sueña con gobernantes que trabajen hombro a hombro con su pueblo, con políticos que se involucren en la solución de problemas reales, con líderes en vez de llorar suden y que en vez de insultar produzcan. Estamos ávidos de dirigentes sencillos, realistas y lúcidos. Hombres que dejen atrás la vanagloria y que simplemente se dediquen a trabajar sin descanso con los que tienen méritos, buenas actitudes y capacidades genuinas. Las naciones están sedientas de políticos que no hablen, que no discutan y que no disientan… pues todo esto anega el mundo de discusiones banales y frívolas controversias.
De gobernantes que no humillen al pobre recordándole que “es pobre” y que no juzguen al rico insultándolo porque “es rico”. Ya casi todos los gobernantes intentaron ser auténticos eligiendo el camino fácil que es, declararse defensores de los pobres y en todos los casos terminaron haciendo el ridículo o labrando su propia calamidad política. Qué buena falta tiene este mundo de dirigentes que honren la prosperidad y que vean en el progreso de pocos el ejemplo de muchos. De dirigentes que entiendan que el rico puede ser premiado, honrado o cuando menos respetado. De gobernantes que no promuevan “el orgullo de ser pobre” ni el machismo brutal de “quedarnos con aquello que no nos pertenece”.
Responda señor Lobo ¿qué opinión le merecen aquellos que consiguen prosperar en naciones donde la miseria es casi total? ¿Ese grupito de personas – odiadas sin tregua –que se han negado a cumplir el trágico destino de miseria que se impone para todos… es para usted digno de algún halago? Según los falsos profetas, irónicamente llamados revolucionarios, los hombres prosperan únicamente porque roban, extorsionan y delinquen. Esto quiere decir que la única enseñanza que los pobres merecen es la delincuencia, si esto es así señor Lobo, cerremos todas las universidades y todas las escuelas y fundemos una inmensa Academia del Delito. Si aplicamos ciegamente el dogma marxista de que la prosperidad proviene únicamente de la fechoría, entonces olvidémonos de la ciencia, de las artes, de las humanidades y de las técnicas de trabajo… y convirtamos al pueblo en una feroz masa de criminales.
Nada ganamos señor Lobo con mimar y proteger a los pobres. Si somos serios y si en verdad tenemos un interés viril por nivelar el bienestar común de la sociedad, debemos tener un punto de partida más certero y más franco: los gobernantes serios no miman ni protegen a los pobres y tampoco miman y protegen a los ricos. Los gobernantes serios no juzgan a los ciudadanos por lo que tienen o no tienen, los gobernantes serios no subestiman ni sobrestiman a sus compatriotas….
Los gobernantes serios, señor Lobo, solamente exploran, buscan y valoran las grandezas, las virtudes y los provechos que se esconden en cada ciudadano. Desde esta perspectiva nadie es pobre, porque desde esta perspectiva el ciudadano no pregunta cuánto va a recibir, cuanto le van a dar o cuanto le van a subsidiar. Cuando gobernamos con seriedad no interpretamos el gobierno como un asilo temporal de miserables, sino, como una empresa que le asigna obligaciones, compromisos y responsabilidades a todos los conciudadanos sin importar la condición racial, monetaria o académica de cada cual. Desde esta perspectiva usted no está obligado a repetir las políticas nefastas que premian al inútil y benefician al indolente.
En vez de repartir dinero y favores con la ilusión de incrementar su popularidad, reparta obligaciones, tareas y compromisos para ganar reputación. Recuerde señor Lobo que un presidente no se vuelve más o menos popular porque presuma afinidad o simpatía con los desposeídos, es al revés, un presidente eleva su notoriedad gubernamental cuando consigue que todos los compatriotas se sientan valiosos, apreciados y útiles. Eso solamente se consigue dejando en el olvido los complejos de superioridad y las dañinas ilusiones del Estado Benefactor. Eso se consigue cambiando, no la mentalidad del pueblo, sino la mentalidad del político. Si en vez del prejuicio usted se deja guiar por la realidad, sin en vez de vernos como pobres usted nos ve como ricos, si en vez de creer que somos tontos usted nos hace sentir inteligentes, si en vez vernos como marginales usted nos convierte en agentes de cambio, si en vez de vernos como desgraciados usted nos trata como bendecidos y si en vez de lástima usted nos prodiga respeto… que no le quepa duda, usted dará los pasos más firmes hacia el anhelado progreso que tanto hemos anhelado.
Como lo puede notar, mi carta es rica en conceptos e ideas quizá predecibles, pero lo más importante es que está impulsada por la esperanza. A la vez mi esperanza se alimenta de las ilusiones, sueños y expectativas de miles de personas que no tienen la posibilidad de escribirle una misiva y hacerse oír por la vía escrita. Yo me aferro a la democracia señor Lobo porque no me imagino una vida en el exilio, huyendo de la Policía Política que se ha diseñado y perfeccionado en los países secuestrados por tiranos. Yo me enlisto en la defensa de la democracia señor Lobo, porque tengo dos hijos y no quiero que en el futuro las personas que más amo, vivan sometidas a los dictámenes de un criminal endiosado por tontos. Nadie puede garantizarle a los suyos un porvenir de abundancia y holgura material pues ninguna nación está exenta de calamidades naturales, guerras imprevistas y hambrunas que llegan de golpe. Pero sí podemos asegurar un futuro digno para nuestros hijos, sí podemos crear sociedades que estén dispuestas a dar la vida por la libertad. Sí podemos delinear un país donde los que sienten pobres no vendan su libertad por una cazuela de arroz en miga y donde los que se sienten ricos se vean obligados a dar un paso hacia adelante y convertirse en patriotas.
Sí podemos crear un país que prospere sin necesidad de atropellar a nadie y sí podemos crear un país donde la democracia no se convierta en una treta para engañar a los distraídos… si en el futuro mis hijos quedaran atrapados en las manoplas de un tirano, si a mediano o largo plazo fueran humillados por un cruel dictador, desde ya señor Lobo, me declaro culpable. Desde ya señor Lobo, lo declaro responsable. La tarea más urgente de su gobierno, el cual tiene la bendición de no haber iniciado, es poner la dignidad por encima de las conveniencias, la cultura por encima de la ignorancia y la libertad por encima del sufrimiento. Todas las tareas siguientes deben ser consecuencia de esto…
Finalmente señor Lobo, no tema. Usted no está sólo… aun no está solo. No eche de menos la presencia de malhechores en sus actos políticos. En vez de una solemne ceremonia de traspaso, organice una celebración para festejar la libertad y la democracia. En vez de una congregación de enemigos que validen hipócritamente su preeminencia, reúna a los dos millones de amigos que hicimos posible su asunción y su elección. Honre a don Roberto Micheletti y póngalo en primera fila. Honre, invite y agradezca sin temor la presencia de todos aquellos que trabajamos sin tregua para salvar el país de las nuevas tiranías continentales. Convoque sin excepción a todos aquellos que dieron su cuota de sacrificio para que la elección del 29 de noviembre no fuera lanzada al basurero de la historia. Realce nuestro aporte y comience su gobierno con un acto de gratitud patriótica…
¡Dos méritos gloriosos tiene para la historia, don Roberto Micheletti Bain, por un lado no se enamoró del poder y más bien se volvió un garante de la continuidad democrática. Por otro, nunca dio signos de flaqueza ante las amenazas y las advertencias de los alborotadores internacionales... en caso de haber cedido a cualquiera de estas tentaciones, su elección señor Lobo, no hubiera sido más que el bonito recuerdo de “algo que no pudo ser”…!
¡Jamás pierda de vista que usted ha sido elegido por dos millones de adultos serios y responsables, dos millones de vigilantes atentos que no nos perderemos un sólo episodio de sus actuaciones!
¡En el pasado varios gobernantes fueron sacados del poder por la puerta trasera, no precisamente por las conjuras de los gobernados, sino, por los alardes de tiranía y mediocridad que impunemente adoptan los gobernantes!
¡No menosprecie esta carta, porque la misma recoge el sentimiento honesto y sincero de una multitud que ha conjugado sus voces, sus clamores y sus sueños!
¡Para construir la Honduras que siempre hemos soñado no necesita señor Lobo, ni dinero, de aprobación internacional, ni fama mundial, ni consentimientos de ningún tirano… sólo nos necesita a nosotros, sólo ocupa nuestras energías, nuestros talentos, nuestros recursos, nuestras destrezas y nuestros brazos!
¡Manos a la obra!
29 de diciembre del 2009.