lunes, 7 de septiembre de 2009

La Honduras que Yo Quiero

La Honduras que Yo Quiero
Por Dennis M Starkman

Llegué a Honduras a muy temprana edad. Era un niño acostumbrado a un entorno completamente urbano, con grandes autopistas y altos edificios; de hecho vivía en un apartamento del piso 18, en el cual tenía un diminuto balcón para jugar solito al borde de un precipicio.

Un área comunitaria de juegos me permitía contacto diario con otros niños y el enorme televisor a colores de mi casa llegaría a ser el tema de relatos que después conté a mis incrédulos primos y amigos. Mi salón de clases, con rincones y un piano que la maestra tocaba alegremente, olía a galletas de jengibre o de avena que nos ofrecían con leche y manzanas en la merienda. Mis compañeros representaban una diversidad étnica y lingüística que aún recuerdo con un dejo de nostalgia.

Después, Honduras entró a mi vida. Las primeras impresiones que siempre recordaré son sus olores: a fruta fresca, variada y abundante; al agua de la lluvia y la tierra mojada. Recuerdo maravillarme ante un cielo límpido y azul, con cumulonimbos lejanos, altísimos y de brillante blancura que contrastaban con bosques y montañas verdes en los que los sonidos de grillos, aves y del viento me han intoxicado junto con el aroma a pinares y a la brisa helada que azotaba mis mejillas y agitaba mis cabellos. Aprecio sobremanera mis recuerdos infantiles de Honduras porque me encontré con ella y la asimilé conscientemente, contrario a mis pares, que la conocieron al nacer y la tomaron siempre por contado.

Hoy, décadas después, me encuentro en una Honduras convulsionada pero consciente de si misma. La veo dividida, sea de un lado o del otro, pero de pie, ante las oportunidades que sabe debe aprovechar.

Porque amo a Honduras, entrañablemente, la quiero dispuesta a gobernarse a sí misma, sin esperar con la mano extendida ante los países, ni ante los poderosos, un mendrugo de lo que a otros sobra.

Veo a los hondureños seguros de sí mismos, alegres ante la vida, optimistas de su futuro, conscientes de sus debilidades pero decididos a superarlas.

Espero ver a los hondureños produciendo riqueza que los enriquezca y no que los oprobie. Añoro ver a los niños de Honduras disfrutar en sus escuelas las meriendas que yo tuve en el extranjero; de tener en sus aulas maestras y maestros alegres y comprometidos con el futuro de su Patria. Con niños informados y enterados de su propia dignidad, y sabios sobre su deber de cuidarse a sí mismos, unos a otros.

Sé que veré a Honduras capaz de resolver sus conflictos porque tendrá más temprano que tarde un altar ante el cual demandar justicia, sabiendo que su pedido será atendido buenamente.

Veré a Honduras respetada; la respetarán porque se dará a respetar. Será libre y bien gobernada porque sus hijas e hijos participarán en la vida pública; los padres enviarán a su prole a servir a su Patria y verán la hermandad que le une a la Patria Grande como un elemento más de su incipiente pero digna identidad nacional.

Honduras será próspera, porque asumirá su destino en sus propias manos y sus mejores ciudadanos contribuirán a su engrandecimiento. Su pequeñez se convertirá en grandeza, pues la Patria espera que sea eso, precisamente, lo que logremos por ella.

Tegucigalpa, 25 de agosto, 2009.

1 comentario:

  1. Esa Honduras es la que todos queremos caminando de la mano con Dios, levantando sus manos con dignidad y valentia y con voluntad trabajando unidos para hacer prospera nuestra nacion.
    Dios Bendiga a Honduras.

    Eliza

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