Sin embargo, esa es una actitud peligrosa. La Guerra Contra el Terrorismo atrajo a miembros de organizaciones terroristas hasta nuestras costas. Utilizando las rutas del tráfico de personas empleadas para llevar emigrantes ilegales hacia Estados Unidos, estas entidades lograron penetrar las fronteras de Estados Unidos, lo que llevó a reproches y reclamos por parte de aquel país hacia el nuestro.
Nuestras debilidades institucionales también contribuyen a ello. La facilidad relativa con que se han obtenido pasaportes y tarjetas de identidad hondureñas hacen más grande aún el interés de estos grupos y de los estados que los patrocinan, por alcanzar nuestras tierras.
Más recientemente, Honduras se acercó muchísimo a la Venezuela de Chávez y con ello, a sus aliados. La República Islámica de Irán ha logrado establecer un pie en las Américas, gracias a Venezuela. Su embajada en Nicaragua es supernumeraria, pues está constituida con muchísimo más personal de lo que podría justificarse normalmente dada la intensidad de los intercambios entre ambos estados.
Jisbalá o Hizbollah ya realizó dos sanguinarios atentados en tierras americanas, ambos en Argentina. La pista seguida durante años mediante la cooperación entre las agencias policiales y de inteligencia de muchos países, ha conducido hasta Irán. El reelecto Presidente Majmud Ajmadineyad nombró Ministro de Defensa a uno de los principales sospechosos de participar en uno de ambos atentados.
Aún así, Venezuela continúa fortaleciendo sus lazos con la República Islámica y se constituye en el puerto de entrada, con vuelos comerciales directos entre Caracas, Damasco y Teherán, de Irán, sus agentes y sus objetivos a largo plazo en América, contra Estados Unidos.
Hacia eso nos llevaba nuestro anterior presidente. Las amenazas no pueden ser ocultadas ni deben minimizarse. Lo peor de todo, es que esa amenaza aún no se ha disipado.
Tegucigalpa, 14 de septiembre, 2009.
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