El concepto de “Oposición” es propio de un sistema
democrático parlamentario en el cual los poderes del estado no están
necesariamente al mismo nivel jerárquico, puesto que el Parlamento es de donde
se conforman coaliciones, alianzas y pactos para formar mayoría de votos en el
recinto legislativo, y que de esa mayoría es que se llega a formar gobierno,
por ministros que no dejan de ser miembros de su parlamento.
En dicho sistema, se forman otras alianzas, agrupaciones y
asociaciones de parlamentarios que no son parte del gobierno ni comulgan con
éste. A ellos se llama “Oposición” dado que se constituyen en una contraparte
del gobierno y de la mayoría en el parlamento y por la naturaleza misma de sus
alianzas y su ubicación en el espectro político y orgánico del gobierno,
sostienen posturas y visiones contrarias a las del gobierno; por ende,
“Oposición”.
Nuestro sistema se denomina “Presidencialista”. En el
nuestro, los tres poderes del estado están al mismo nivel jerárquico y son
complementarios entre sí. La figura del jefe de estado es también la de jefe
del gobierno y por lo tanto, además de representarlo, lo administra.
En la visión presidencialista, dado que el legislativo es
autónomo y diferenciado del ejecutivo, las mayorías y las minorías pueden
variar, siendo posible que un gobierno que forma el Ejecutivo, no tenga mayoría
en su Legislativo, y viceversa.
Aún así, es fascinante el hecho que exista una percepción
acerca de la necesidad apremiante de establecer una oposición.
Esa apreciación se debe a la percepción puntual según la
cual el Poder Ejecutivo controla al Poder Legislativo y al Poder Judicial, y
que además, controla otras instituciones estatales cuya razón de ser es
complementar el sistema de contrapesos entre los poderes del estado que permitirán
impedir abusos desde cualquiera de los demás poderes.
En otras palabras, la república requiere que se restaure el
equilibrio de poder que ha sido obliterado, y a los ciudadanos interesa impedir
el surgimiento y consolidación de una dictadura que destruirá la república. Por
lo tanto, la república está en la población, si no en las instituciones.
Ante esa amenaza, y siendo que los ciudadanos tenemos
derecho a la libre asociación y tenemos además el deber de defender a la
república, y dado que el Poder Legislativo está controlado por el Ejecutivo en
menoscabo de una oposición fáctica que podría hacerse de manera efectiva, es
desde los ciudadanos que debe plantearse esa oposición, no propia de los
sistemas parlamentarios, ni la fáctica de la separación de poderes en el
nuestro sistema presidencialista, sino en franca y abierta o encubierta
oposición a una dictadura ilegítima, que llama únicamente a la defensa del
estado de derecho.
De manera lenta y con frecuencia dolorosa, los ciudadanos se
ven forzados a asociarse y a pactar incluso con grupos ante los cuales
presentan incompatibilidades ideológicas.
Sin embargo, les une una amenaza común: la amenaza de una
incipiente e inminente dictadura.
Desde el principio de la alarma generada por el avieso
propósito de alterar la Constitución mediante fraude de ley para hacer
falsamente válida la reelección presidencial, surgieron grupos entre los que se
destacan La Voz Soberana, +300 Con Dignidad y Oposición Indignada San Pedro
Sula.
Los tres grupos se han percatado de su afinidad para hacer
los esfuerzos pacíficos, civiles y constitucionales, por impedir, entre otras
cosas, lo siguiente:
- · El acaparamiento en el Ejecutivo de todos los poderes estatales
- · El continuismo de cualquier partido en el poder y la reelección que no surja de una manifestación inequívoca del pueblo hondureño, de forma masiva
- · La manipulación de los procesos proponentes para la elección de una nueva Corte Suprema de Justicia supeditada también al Poder Ejecutivo
- · El exceso y la desviación de poder en la constitución, conformación y conducción del Tribunal Supremo Electoral que impiden aprobar una Segunda Vuelta cuando un candidato ganador no alcance el 51% de los votos
- · La aplicación opaca de instituciones legales para perpetrar abusos contra las garantías constitucionales y los derechos fundamentales de los hombres.
No coincidimos en muchos aspectos de nuestros pensamientos,
pero vemos unos en los otros, a hermanos que debemos enfrentar con valentía y
con unidad, el peligro que nos plantea una dictadura dispuesta a consolidarse
frente a todo y todos, y que puede hacerlo únicamente mediante el miedo y
financiado con el fruto de su corrupción.
Llamamos a la hondureñidad a tomar conciencia de la amenaza
que se cierne sobre ella y a concentrar esfuerzos para impedir a la dictadura
afianzarse y consolidarse.
San Pedro Sula y Tegucigalpa,
22 de octubre de 2015